El silencio de los niños
Siempre que se descubren casos de maltrato y abuso a los niños, surgen varias preguntas referentes a la conciencia de los hechos:
¿Cómo es que nadie lo veía? ¿ Cómo no se han tomado medidas antes?
¿Cómo es posible que ellos o las personas de su entorno no hayan dicho nada?
Otro día hablaremos de los adultos que callan o que no ven o ambas cosas.
Los niños son testigos mudos y eternos de las desavenencias, las infidelidades, los malos tratos entre los progenitores, son testigos y/o cómplices del acoso entre compañeros, y de los abusos; pero también son víctimas de todo lo anterior. Ser testigo, ya lo convierte en víctima emocional y casi siempre son víctimas directas.
Y muy pocas veces hablan, es decir no lo dicen, no lo denuncian, no lo pueden hacer.
¿Por qué?
- Por ignorancia:
No saben que eso se debe denunciar, lo sufren pero creen que ese sufrimiento es parte de la vida, es lo normal, también sufren porque no quieren comer pescado o no quieren acostarse. Creen que el sufrir es lo normal y no distinguen tipos de sufrimiento o consecuencias de los mismos.
- Por miedo:
Miedo a que no les crean, miedo a que se les culpe, miedo a que se rompa su mundo, miedo a sufrir represalias, miedo a que los otros sufran más.
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Por esperanza:
Confían en que todo se acabe al día siguiente, confían en que alguien se entere, confían en el olvido de los demás y en el suyo propio, la memoria les estorba: esperan y confían en que alguien les salve. Esperanza enterradora.
- Por confusión:
No saben identificar ni el daño ni los actores del daño. El mismo padre o madre que les quiere les maltrata, el hermano con el que comparten vida abusa de ellos o seduce, el mismo profesor que les enseña les humilla, el mismo compañero con el que se divierten les pega y les insulta, el mismo familiar o cuidador que les protege abusa de ellos. No distinguen, es difícil separar las funciones y los roles. La dependencia emocional es causa de silencio.
- Por estrategia.
Los niños y niñas más privados de afecto, pueden callar o mentir por estrategia, se guardan la acusación para utilizarla “en defensa propia”, como dice la psiquiatra Francoise Doltó. Estos son los más afectados, su postura defensiva en la vida les endurece, aprenden pronto a tener armas de defensa y ataque.
Por eso no hablan, pero el que no hablen no quiere decir que no expresen ya que puede haber muchos indicadores de su sufrimiento:
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Problemas de conducta: (agresiones, aislamiento, comportamiento desorganizado, y perturbador, fugas y absentismo escolar).
- Trastornos emocionales (miedos repentinos, manías extrañas, alteraciones en el sueño).
- Síntomas físicos difusos y sin correlato médico (inapetencia, diarreas, caída del cabello etc.).
- Anorexia y bulimia.
- Descenso en el rendimiento escolar.
- Síntomas depresivos: baja autoestima, agitación y sentimientos de culpa.
- Los adolescentes a veces se pueden refugiar en las adicciones.
Esto no significa que siempre que ocurra algún síntoma de los anteriores haya un maltrato o abuso. Significa que los profesionales competentes deberán explorar la posible existencia de ello, y los padres y responsables deberán estar atentos y lograr una comunicación fluida y sincera con sus hijos o educandos, para que digan lo que saben.
Los niños y las niñas se callan pero sus comportamientos gritan. No obstante, pocas veces se saben interpretar esos gritos.
El maltrato y el abuso se mantienen, con gran pertinacia, debido a:
- La insidia del maltratador o abusador.
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El silencio de las víctimas y la ceguera y la sordera de los demás.
Pero si estamos atentos, escucharemos los lamentos, las quejas, las denuncias y las necesidades insatisfechas de los niños, las deprivaciones, los abusos y los maltratos.
Gritos y susurros negros y persistentes.
Con revisar atentamente la carta de los derechos del niño (1), veremos cuánto falta por avanzar en la protección a la infancia, y no solamente en los países deprimidos los niños son explotados, maltratados y abusados.
En pleno siglo XXI y en los países del “primer mundo” o Estados del Bienestar, se lesiona se maltrata y se abusa de los menores:
Ellos puede que no lo digan ni lo denuncien, pero lo expresan. A nosotros nos toca identificarlo escucharlo y pararlo.
«El niño perdido llora, pero sigue cazando mariposas». Ryusui Yoshida.
(1)
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El derecho a la igualdad, sin distinción de raza, religión, idioma, nacionalidad, sexo, opinión política…
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El derecho a tener una protección especial para el desarrollo físico, mental y social.
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El derecho a un nombre y a una nacionalidad desde su nacimiento.
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El derecho a una alimentación, vivienda y atención médica adecuada.
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El derecho a una educación y a un tratamiento especial para aquellos niños que sufren alguna discapacidad mental o física.
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El derecho a la comprensión y al amor de los padres y de la sociedad.
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El derecho a actividades recreativas y a una educación gratuita.
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El derecho a estar entre los primeros en recibir ayuda en cualquier circunstancia.
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El derecho a la protección contra cualquier forma de abandono, crueldad y explotación.
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El derecho a ser criado con un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos y hermandad universal
(La Declaración de los Derechos del Niño es un tratado internacional aprobado el 20 de noviembre de 1959 de manera unánime por todos los 78 Estados miembros que componían entonces la Organización de Naciones Unidas. Ésta se basa a su vez en la Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño, de 1924, y recoge 10 principios. Tras esta declaración, en 1989 se firmó la Convención sobre los Derechos del Niño, con 54 artículos. A parte de la extensión, las principales diferencias entre ambas es que el cumplimiento de una convención es obligatorio y, por otra parte, la de 1989 cambia el enfoque considerando a las niñas y niños como sujetos de protección y no sólo como objetos de la misma).
Lucila Andrés Díez
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