¿VAMOS A TERAPIA?

 Desmigando el aumento de la demanda en atención psicológica

En la actualidad, el número de personas que ha iniciado terapia es mucho mayor que años atrás. Podríamos localizar este aumento en la línea temporal del Covid-19, habiendo aumentado, según estudios relacionados con la atención psicológica pre- y postpandemia, las dificultades relacionadas con problemas del estado de ánimo, ansiedad, estrés, insomnio, conducta suicida o abuso de sustancias, entre otras. La predisposición de las personas a acudir a terapia ha aumentado, y en gran medida son buenas noticias para la concepción que se tiene sobre la salud mental, así como para la ayuda que podemos ofrecer en esa línea, pero cabe preguntarse qué factores están influyendo en este aumento y si esto es solo beneficioso.

Para poder contextualizar y reflexionar sobre este aspecto, tiene cabida la siguiente pregunta: ¿QUÉ ES UN PROBLEMA PSICOLÓGICO?

Una dificultad a nivel psicológico no es “algo” que la persona “contiene” en su interior, no es una especie de “virus”, sino un tipo de comportamiento que surge de la interacción de la persona con su medio o consigo mismo, generando una tendencia en su forma de comportarse que, en un inicio, puede ser útil, pero termina por generarle mayor malestar o dificultades para adaptarse.

Nos encontramos en un momento histórico, social y cultural en el que no nos relacionamos de la misma forma con los problemas y el sufrimiento humano (crisis, enfermedades, soledad, desamor, celos, fracasos) que en épocas anteriores.

Mientras que antes se admitían en mayor medida como una parte natural de la vida (aunque igualmente dolorosa), ahora pueden configurarse como “problemas psicológicos” o patologías que abordar en consulta.

Pero, ¿por qué?, ¿han aumentado realmente las dificultades de corte psicológico respecto a años atrás?, ¿lo pasamos peor ahora que antes?

Para poder responder a estas preguntas, resulta importante atender a variables que predominan actualmente en nuestro contexto que pueden estar interfiriendo en cómo hoy en día vivimos el sufrimiento y el malestar emocional: Creo que es importante tener en cuenta, como siempre, el momento social en el que nos encontramos.

Estamos presentes en una era tecnológica que va avanzando a pasos agigantados, desde hace décadas, con la modernización de sistemas: lavadoras,
lavavajillas, trenes de alta velocidad, hasta, a día de hoy con mensajería instantánea, redes sociales, servicio de envío en el mismo día, apps de comida a domicilio, apps de citas… en definitiva, apps para conseguir lo que queramos a golpe de clic.

¿Tiene esto alguna repercusión, más allá de los beneficios, a nivel social?

En esta era de la inmediatez, parece que todo va encaminado a que podamos conseguir lo que queremos de forma rápida, sin recaer en pesadas esperas (pedidos, capítulos de nuestra serie favorita, posibilidad de eliminar anuncios en las pantallas, comida que se hace en 3 minutos, etc.). Esto tiene una repercusión en la tolerancia hacia la incomodidad y el malestar, favoreciendo a que cada vez sea más baja.

Podemos extrapolar esto a los problemas o el malestar psicológico: querer estar bien lo antes posible o no tolerar el malestar asociado a problemas vitales que requieren también de tiempo. Quizá esto es lo que, en ocasiones, nos lleva a buscar ayuda rápidamente cuando tenemos un problema emocional y, así, la rueda de la intolerancia a la frustración, el malestar y el fracaso sigue girando.

Además, es cierto que el sistema de clasificación de trastornos psicológicos en psiquiatría y en psicología ha seguido la línea de recoger cada vez más tipos y, por lo tanto, de marcar como patológicos comportamientos que antes no lo eran. En relación con esto, parece que, tanto el diagnóstico como la necesidad de “quitar” el malestar de forma inmediata, nos lleva también a buscar la solución farmacológica a problemas que, como venimos hablando, pueden solucionarse con la madurez, el paso del tiempo y el trabajo en los mismos. Esto tiene sentido en la dinámica de productividad e inmediatez en la que nos encontramos, pues es mucho más eficaz en el corto plazo para la persona y para el sistema buscar “paliar” el malestar con medicación que aceptarlo y trabajar con los factores que le rodean sobre.

Es posible entonces que, ante esta necesidad de solucionar los problemas de forma inmediata, tener cada vez menos tolerancia al malestar y el aumento de los criterios diagnósticos, cada vez las consultas estén más llenas.

Además, ahora tenemos a “golpe de clic” diagnósticos gracias a buscadores como Google, lo que puede favorecer también la mayor alarma social ante problemas vitales.

Por otra parte, uno de los términos que utiliza Marino Pérez Álvarez y que puede ayudarnos a entender cómo un problema vital se convierte en psicológico, tiene que ver con lo que llama hiper-reflexividad. Es decir, la atención muy centrada en nuestros propios pensamientos y emociones que nos aleja de estar centrados en lo que estamos viviendo en el momento. En este sentido, una persona con un “problema”, mediado por la necesidad de solucionarlo rápidamente para pasarlo lo menos mal posible, la consideración del propio problema como patológico por el conjunto médico y, en ocasiones psicológico, o la hiper-focalización en el propio malestar, puede favorecer en gran medida que se busque más ayuda psicológica en las consultas.


Creo que es de gran importancia que los profesionales que nos dedicamos a este campo, como psicólogos y psiquiatras, atendamos a estos factores del contexto que nos pueden ayudar a entender mejor algunas de las problemáticas que nos encontramos en sesión, pues es nuestra responsabilidad ayudar a las personas, pero también normalizar el dolor o el malestar emocional como algo inherente a la vida, así como ayudar a la persona a entender estas variables sin caer únicamente en patologizar el problema.

María del Toro Gascueña

Psicóloga General Sanitaria
Colegiada: M-35636

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